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Soy Isabel Sofía, artista visual, fotógrafa, directora creativa y poeta. Dedico mi carrera a la exploración de la autoconciencia y de la imagen como un lenguaje potencial para redefinir jerarquías y revelar la naturaleza sagrada de la existencia. Comprometida con la humanidad y sus rituales, busco lo invisible, iluminando la interconexión de todos los seres vivos. Trato de hacer arte a través de imágenes y proyectos que se revelen como un cuento, relatos que no buscan más que preguntas, que no se terminan. Celebro la belleza intrínseca del cuerpo humano, de la naturaleza expansiva, trato de decir cosas que quizá el mundo ha olvidado
Mi momento favorito del día es cuando entra la luz del amanecer por las ventanas generando equilibrio entre la luz y la sombra, me gusta despertar y observar antes de cualquier cosa. Me gustan las mañanas cálidas del sur de Chile (donde vivo), donde hay un silencio inerte, donde se escucha todo.
La luz, el color, la ritualidad y lo místico son lo más importante para mí. He intentado salir y no llevar mi cámara, mirar las cosas sin el lente, pero me di cuenta de que mi forma real de experimentar es a través de ella. Me encanta el tiempo intermedio en el que disparas y cuando recibes lo que tomaste, porque olvidaste por completo lo que hiciste. Tu cerebro tiene tiempo de desconectarse para ser neutral y crítico, la conexión con la naturaleza y las enseñanzas del cuerpo en movimiento. Mi proceso creativo incorpora prácticas como la danza, la conexión con el ser humano y sus prácticas rituales, la corporalidad, con el fin de explorar emociones reflejadas en la estética. Lo espontáneo, lo impulsivo, y la experiencia del momento presente es el único momento que existe. Mi trabajo resuena con una búsqueda emocional y espiritual, priorizando la emoción de color y forma por encima de la representación realista, me adentro en lo efímero, capturando el paso del tiempo, la luz y la cotidianidad con una estética íntima y visualmente introspectiva.
Que difícil pregunta, soy una hedonista, fanática de la cocina, vengo de raíces italianas y españolas y mis abuelos y papás saben mucho de la cocina. Pero hay un plato que me lleva a una melancolía hermosa que es el flan de coco, su textura, su dulzura que abraza a mi niña interna, un flan que nunca he podido volver a probar y solo está en mis más precisos recuerdos de niñez.
Presto enorme atención a la luz y la sombra y cómo estas se unen: ¿cuándo se unen? ¿Cómo se unen? ¿Qué pasa cuando están en perfecto equilibrio? ¿Nos develan cosas invisibles? Me gusta creer que no puede existir el uno sin el otro, me detengo a observar lo que pasa cuando nos permite la luz ver a través. El momento poético de una escena cotidiana sólo se vuelve poético cuando está la luz presente.
Creo que tengo el mal de Diógenes… Y me encanta, no soy de las personas que cree que menos es más, más es más y punto, solo tienen que estar esas cosas bien puestas. Soy fan de la estética y la belleza, para mi si algo no es bello no es funcional, (por más “funcional que sea”), pero volviendo a la pregunta de si colecciono algún objeto, podría contarles que sí, cámaras, libros, cerámicas japonesas, arte, palitos de río y mar, conchitas, plumas, papeles lindos, fotografías de diapositivas de ferias de antigüedades que nunca sabré de quiénes eran ni quién sale en la fotografía, pero me encanta verlas e inventar historias. Colecciono vinilos, y velas…
Me hace feliz estar en la cascada con mis amigos, bañarme en el río frío un día de verano y pasar todo el día ahí hasta que la tarde se vuelve naranja. Me hace feliz navegar en alta y no ver tierra, me hace feliz bailar, improvisar con mi grupo de música una noche de lluvia y tormenta. Me hace feliz cocinar para mis amigos y familia. Me hace feliz tomar una fotografía y darme cuenta que no la tome y que solo quedara en mi corazón ese momento, me hace feliz crear sin límites, me hace feliz hacer el amor, me hace feliz leer un buen libro, me hace feliz escribir poesía y luego leerla y que no tenga ningún sentido, me hace feliz ver el jardín de las delicias en el prado, me hace feliz tomar una copa de un buen vino en la casa de mi mama mientras ella me toca el piano, me hace feliz ver magia.